ARQ / SU .- Editorial 09/2020

ARQSU-2020

Arq. Marcelo A. Espinosa

Socializar la arquitectura

La experiencia del edificio debería elevar el espíritu humano”,

Will Alsop, Towards an architecture of practical delight, 1993.

 

Hoy en día es casi imposible no abordar, ya sea en forma de un artículo o de una referencia, el tema de la pandemia. Muchos especialistas de distintos medios concluyen que este evento modificará la manera en la que vivimos y, por lo tanto, la forma en la que nos relacionamos. Así que, si de algo podemos estar seguros, es que las cosas serán diferentes después de que termine el confinamiento establecido por las autoridades para evitar el contagio y la propagación del virus COVID-19. De hecho, podemos afirmar que, por lo menos para nuestras generaciones, la idea de “confinamiento” o “distanciamiento” es algo nuevo y, por lo tanto, diferente. Quizás nadie en libertad, excepto casos particulares como la de un astronauta en residencia en la estación espacial o un paciente crítico en un hospital, había estado recluido por un tiempo considerable en un solo lugar, en un solo hábitat, en una casa. Fuera de engrosar la tan compleja, y tan nutrida discusión actual sobre el futuro de la ciudad, y por lo tanto de la sociedad, esta nota editorial pretende nada más, en la simplicidad de las cosas, entender el significado de “social” dentro de la arquitectura y la ciudad. Quizás sí, si es regresar a lo básico, no como punto de partida sino como un momento de reflexión y análisis para una futura contemporaneidad incierta.

Aunque el término “social” hace alusión a lo que pertenece o es relativo a la sociedad, este concepto podría preceder a dicha noción en la medida en la que se sustenta en formas organizadas de convivencia y la idea de social no necesariamente recae en ser un sistema ordenado en sí. Proveniente del latín sociĕtas, una sociedad es una asociación amistosa o de fines comunes entre individuos, dígase una colectividad, con un propósito de cierta forma claro y estructurado. No nos vamos a meter en una discusión antropológica sobre el concepto de sociedad actualmente; al contrario, me gustaría concentrarme en algo más simple, como lo es la idea de lo social, no como adjetivo sino como verbo: socializar. Para este fin, no debemos confundirlo con sociabilizar, que hace referencia en hacer algo sociable o tener la capacidad de relacionarte con otra persona o grupo de personas; tampoco que se analice dentro de su marco político, donde algo de carácter privado pasa a convertirse en público, dígase a ser del Estado. En cambio, me gustaría exponerlo bajo un entendimiento operativo donde se puede definir como una estrategia de civilidad compartida, donde la arquitectura funciona como catalizador para que esto suceda y, como diversos antropólogos han expresado, se crean espacios donde se llevan a cabo procesos de aprendizaje y empatía por medio de la socialización.

La arquitectura para la socialización se ha transformado o podemos decir que ha mutado. Ahora casi toda infraestructura pública puede contar con las características necesarias para ser considerada como un espacio con el potencial de promover el desarrollo de un individuo en sociedad. En éstos se pueden llevar a cabo desde valores ciudadanos, como civilidad y responsabilidad, hasta procesos de socialización, como trabajo comunitario, actividades de aprendizaje productivo e incluso el desarrollo del sentido de empatía social. La característica que define esta infraestructura es su capacidad de generar conductas de compromiso colectivo, las cuales no están “disponibles” de forma individual. Así pues, esta novena edición de ARQUITECTURA Y SERES URBANOS se enfoca en la idea de la arquitectura como instrumento o herramienta social capaz de incentivar el desarrollo de competencias de civilidad. De alguna manera, este número intenta poner sobre la mesa, por medio de diferentes reflexiones y objetos arquitectónicos, la idea de la socialización a través de la arquitectura.

Jose Manuel Prieto comienza con una reflexión sobre el papel de la arquitectura como institución social en el diseño del hábitat (vivienda) y el problema de la accesibilidad a la misma; es decir, el problema de “socializar” la practica arquitectónica de calidad con el proyecto de vivienda como un derecho ciudadano, social y humano. Jacobo Cleto, por otra parte, analiza la problemática condición espacial de socialización dentro del espacio de vivienda a partir del confinamiento provocado por el fenómeno de la pandemia. Desde otro punto de vista, Karen Hinojosa nos presenta el problema con la domesticidad del espacio de la vivienda bajo la condición de lo que podríamos llamar la permanencia obligatoria. Ahora, de igual forma, sin que preceda estas ideas sobre la socialización tipológica, Rubén Segovia analiza la pérdida de la condición social de la arquitectura desde una visión histórico-crítica y hace un llamado al regreso de la “esfera” social a la práctica de la misma.

Ahora, ¿cuál es la respuesta de estas y otras problemáticas sociales desde el objeto? ¿Cómo se socializa el nuevo proyecto social? En este número presentamos una serie de proyectos de carácter social y comunitario. Con distintas tipologías, estos objetos responden de maneras diferentes a la problemática social definida por su función. Lo interesante de estos proyectos, independientemente de sus particularidades, es que comparten una estrategia de socialización similar. No necesariamente es la única, pero dentro de su planteamiento espacial coinciden en la idea del espacio central como elemento articulador, que a su vez materializa la posibilidad de socialización entre los usuarios: entre el usuario y el visitante, entre el edificio y el contexto, entre su propósito y la comunidad a la cual sirve. El éxito o, más bien, el eficaz y productivo propósito de todo proyecto social depende de su capacidad para generar las condiciones para el aprendizaje, adaptación y asimilación de las conductas o actitudes para vivir en sociedad de manera civilizada.

Independiente de su asignación tipológica, el proyecto social también debe de ser un lugar para la potenciar las aptitudes de los individuos de manera colectiva y de manera empática, ya sea un centro comunitario, una biblioteca, un centro de atención de salud o un albergue. El material expuesto en este número aunque no pretendía “tocar” el tema de la epidemia, de alguna u otra forma nos dimos cuenta de que es inevitable tratar de desligarnos o alejarnos de esta situación. Sin embargo el tema del proyecto social será algo que se verá afectado en gran medida y de manera particular por este fenómeno en un futuro no muy lejano. ¿Cómo será los espacio para la nueva socialización?, no la de convivencia, sino la de crecimiento y aprendizaje.

ARQUITECTURA Y SERES URBANOS  es una herramienta para socializar ideas